Se acercaba mi cumpleaños, medio siglo viviendo en esta hermosa canica azul, que
con sus altos y muchos bajos, pero sigo disfrutando mi estancia en esta hermosa
canica azul.. Ya había previsto todo para mi regalo de cumpleaños, pero me
enfermo y quedo postrado en mi cama con la necesidad de tener oxígeno, pues mis
pulmones se debilitaron mucho. Me puse muy triste, pues no me iba a poder
disfrutar de mi auto-regalo de cumpleaños, después que había tenido el coraje de
organizarlo, claro que podía retrasar mi regalo, solo que me entró mucho miedo,
pues en general a las personas que necesitan oxígeno con este virus, fallecen,
eso es lo que me puso muy triste… En este estado de enfermedad postrado en la
cama siempre dicen que nos vienen los recuerdos de nuestra vida, efectivamente,
vinieron mis recuerdos desde pequeña hasta que decidí darme mi regalo, pero
todos estor recuerdos giraron al rededor de mi travestismo, creo que mi mente se
dejó influir por mi deseado auto-regalo. Recuerdo que alrededor de mis cuatro
años sentí la curiosidad de ponerme la ropa de mi hermana mayor, preguntándome
que se sentiría usar una falda (bueno, eso creo que me pregunté, pues a esa edad
difícilmente una hace preguntas de ese tipo). Desgraciadamente, tanto mi papá
como mi mamá eran muy machistas, aunque yo en esa época no sabía nada respecto
al machismo… Cuando era muy pequeña, Me encantaba ver a mi mama entubarse el
cabello, maquillarse y principalmente ponerse sus aretes, tendría unos 8 o 9
años. Todo lo que mi mamá hacía cuando se arreglaba para salir, se quedó impreso
en mi mente, pero lo que quedó más profundo impreso en mi mente fueron los
aretes, principalmente sus argollas, ya más grandecita yo misma fabricaba mis
propios aretes y mis accesorios y los escondía en el patio de mi casa, pues ya
había aprendido que era el machismo. Posteriormente mi hermana mayor empezaba a
salir a las fiestas de XV años y la modista le hacia unos vestidos preciosos.
Recuerdo uno en especial era
gris plata de mangas aglobadas arriba y de manga larga, llegaba hasta bajo las rodillas, luego sus toneladas de zapatos de tacón, siempre a escondidas trataba de probármelos, porque los de mi mamá me quedaban bien, pero no tenían la altura que me encantaba. Siempre idealizaba a mi hermana, me acostaba en su cuarto a ver como se maquillaba para irse a las fiestas. Era un espacio idílico disfrutaba mucho viéndola como salía muy contenta y linda, como años atrás veía a mi mamá, en cambio nunca se me ocurrió ver a mi papá vestirse o rasurarse, no me atraía en nada. Después de una noche donde me desperté en medio de un asqueroso y primer eyaculación, toda batida en mi trusa, el pene y mis vellos púbicos todos apestosos a semen. Recuerdo que me lave con mucho asco, pensé que ahí había acabado este mal pero al poco tiempo empezó la picazón de la masturbación, como buena adolescente. Le
perdí el asco y aprendí a eyacular sin hacer un batidero. Un día recuerdo que tuve la oportunidad de ponerme ese hermoso vestido gris-plata de mi hermana, sus zapatillas plata de 9 cm de tacón y una pintura de labios color rojo, me puse una peluca de mi mamá que tenía años que no usaba, una vez que terminé me fui al baño, pues tenía un espejo de cuerpo entero, quedé impresionada, parecía que estaba viendo a mi hermana, solo verme con la ropa de ella me invadió una sensación increíble y, sucedió, al rozar mi pene bajo el vestido con el lavabo, eyaculé impresionantemente, fue una explosión espontánea y, a partir de ese día ya me fue casi imposible contenerme, como hasta la fecha, el poder eyacular sin el aliciente femenino de aretes, ropa, o cualquier prenda. Me empezó a generar un placer pero a su vez un sentimiento de culpa al masturbarme vestida de mujer. Recuerdo que era tiempo de carnaval y por primera vez en mi vida vi a una banda de chavos punk, estrafalarios, maquillados y afeitados de la cabeza, completamente rebeldes a los cánones de nuestra pacifica ciudad de provincia. Me impacto tanto el que un hombre usara aretes, no daba crédito a la emoción que sentía, de alguna manera esa visión me impulsó más sentir ese destello de sensaciones tan maravillosas, al grado de llegara a tener algunas docenas de aretes, comprados y hechos por mi. Siendo adolescente (antes de tener mis docenas de aretes) a veces cuando salía de la escuela pasaba de visita a casa de una tía, ella tenia un tazón en su tocador lleno de accesorios, pero sobretodo aretes de clip. Para una adolescente que luchaba contra su genero eso era increíble, pensé que por fin el complemento a mi femineidad había llegado. Malamente y a hurtadillas me lleve unos pares, con tan mala suerte que al llegar a casa mi mama ya me esperaba fúrica, preguntándome donde tenia esos aretes. Creo que ha sido la experiencia de terror mas fuerte de mi vida al ser descubierta, primero como ladrona y después como “maricón". Esa palabra me perseguía de noche y de día, maricón, tu eres hombre, eso es de mujeres., al grado que me volví homofóbico, todo lo que estaba haciendo estaba mal, era impropio y ademas pecado, me decía a mi misma. A raíz de eso y de la mano de un tío medico me mandaron con un psiquiatra para revertir el homosexualismo que yo pudiera tener encima. No recuerdo sus palabras, era muy joven, pero sí la sentencia "eso no esta bien" o eres hombre o eres mujer, los dos no pueden ser, porque es una aberración muy mal vista. Durante años vivi con ese sentimiento de estar en pecado mortal. Lo que más me hacía sentirme mal, era ver a las mujeres vestirse hermosamente y no poder tener esa sensación tan hermosa de usar prendas femeninas, los peinados, los accesorios en fin era una tortura. Así es que regresé a mi escape a ese espacio nocturno mío, el baño, a disfrutar de esa parte prohibida de mi, el sentirme mujer. El tiempo siguió su curso, tuve novias, sostenía relaciones sexuales con ellas sin problema pero había algo que no me dejaba satisfecha plenamente, aclaro que toda mi vida me declare heterosexual, tuve una novia que me encantaba fisicamente y que usaba arracadas, tres de un lado y dos del otro, era mi máximo verla siempre arreglada aunque estuviera en ropa casual. Y en una tarde la convencí de que me perforara las orejas, ella estaba renuente pero al final acepto. Ese día escale en mi verdadera yo, ya podía usar algo que
distinguía a las mujeres, sus aretes. Compre dos pares de aretes iguales un par para ella y uno para mi, cuando estábamos a solas los usábamos era una complicidad increíble, yo no me sentía mujer ni nada pero el saber que usábamos los mismo aretes fue algo mágico para mi. Al paso de los años nos casamos, todo iba muy bien, tuvimos una hija, me encantaba mi rol de padre y en la intimidad mi parte femenina. Una de las señales equivocadas que mande fue que una vez que ella salió a comprar, aproveche para vestirme con un conjunto de edecán que tenia yo guardado mi trabajo, me vestí me puse mis mejores aretes y una peluca. Me maquille (bastante mal por cierto), cuando ella llega yo emocionadísima de mi transformación me le pongo enfrente y se aterro de verme así vestida, su reacción fue gritaba… no, no, no ¡quítate eso! Y yo tratando de convencerla que era un juego, no dejaba de gritar… Me desmaquillé, me cambie y me sentí perro apaleado porque mi esposa me rechazo y me pidió nunca más volver a hacerlo, acepte, eso me condenó a mi submundo prohibido nuevamente. Jamás me aceptaría nadie porque no estaba bien ser puto, en esa época la palabra travesti no existía en mi vocabulario. Seguía comprándole accesorios y ropa a mi esposa al ser ella tan conservadora nunca aceptaba todos los regalos que le hacían, los dejaba por ahí, así es que yo los tomaba y, obviamente los usaba con algo de culpa. Así pasaron los años, en un empleo en mi empleo me mandaban de viaje por periodos largos a Veracruz, ahí me hice muy amiga con la encargada del hotel donde yo pernoctaba. Hasta que pasados unos meses cae en mis manos un periódico que en los clasificados decía "Chica travesti " lista para ti, en ese entonces estaba de moda los lugares donde daban masajes con final feliz, pero este era un travesti el que te daba el masaje. Ya me había meto con muchas prostitutas, pero al final siempre sentía que me faltaba algo, así es que muerta de miedo y pavor al que dirán, concerté una cita con una de las chica travesti que se anunciaban en el periódico. Se anunciaba como una jovencita no mayor a sus 20 años, yo empezaba en los 30, la cita fue en una casa medio alejada de mi hotel, al llegar me recibe un tipo rudo, yo muy varonilmente le dije vengo a ver a Monica, me dijo paga y entra, en ese momento me sentí aterrorizada, en un lugar extraño con gente “rara”, pase sola había una cama y un pequeño tocador, la penumbra del cuarto solo la rompía la tenue luz roja de una lampara, con un miedo tremendo y fingiendo una seguridad que claramente no sentía, me senté en la cama y una voz dulce me dijo: desviste para que este más cómodo, no obedecí, me paré inmediatamente y me quedé hasta que apareció esta muchacha. Muy delgada y hermosa, tenía un vestido floreado suelto muy coqueto, corto pero la falda con vuelo, unos tacones muy altos que respingaba y resaltaba su porte, un cabello lacio negro muy lindo, sus aretes medianos, una muñeca de delicadeza. No
sabia que hacer, nunca había estado con una travesti, ella lo noto y me dijo, no te apures, yo tambien soy nueva en este oficio, apenas tengo un mes de hacerlo, así es que desvístete y acuéstate aquí conmigo, me recosté y ella empezó a masajearme la espalda y el cuerpo con aceite muy delicadamente, al llegar a mi pene ya erecto, lo tomó con mucha delicadeza y poco a poco dandole lamidas como toda una experta lo fue metiéndolo a la boca, mientras que yo solo alcanzaba a gemir y verla, no quería ni tocarla, era muy bella y frágil. Yo extasiado solo la contemplaba como subía y bajaba sus labios en mi pene, era mágico el momento, tratando de retenerla más cerca le agarre el cabello por las sienes y oh sorpresa, me quedo con la peluca en las manos. ¡TERRORRRRRR! Un HOMBRE me estaba mamando. Ella sintió mi terror, pero como experta, no se turbó por quedase sin la peluca y me siguió mamando. Algo que recuerdo de ella, fue la sensación de que estaba toda rasurada de su cuerpo, se sentía picores de pelo recién cortado por todo su cuerpo, pero su perfume embriagador me insitó a seguir acariciándole su cuerpo. Se canso y le dije que se acostara a mi lado, era una criatura frágil y sumamente femenina. Le pedí que no se pusiera la peluca y comenzamos a besarnos y ella accedió. En general las prostitutas no comulgan mucho, sin embargo su ternura me llevo a seguirla besando. Fui recorriendo lentamente su cuerpo bajando hacia donde mi mano había sentido algo flácido, ¡horror de nuevo! estaba masajeandole el pene a otro hombre, pero por alguna razón no podía dejar de hacerlo. Una cosa llevo a la otra y en cuestión de nada, yo ya tenia su pene en mi boca, su erección no era grande, así es que cuerpo completamente dentro de mi boca, dentro de mi me sentía mal, me remordía la conciencia, me asqueada, pero algo me impedía dejara e seguir mamando, se lo lamí y escuche como se estremecía y seguí durante un buen rato, solo podía mamar y mamar, se le puso durísimo, dejé de mamarlo cuando iba a eyacular, entonces ella muy apenada me dijo, discúlpame, jamas me habían tratado así, nunca nadie me había mamado y solo me han penetrado y tú no me cogiste pero me hiciste sentir diferente ella se acurruco junto a mi y me abrazo. Después de un rato, nos separamos y empecé a vestirme, nos limpiamos y nos despedimos, entonces me dijo, espérame un momento, se metió al cuatro contiguo, en la puerta de ese sitio tan inhóspito una dama me pedía tiempo, salió ya otra vez muy arreglada y vestida, quería despedirse de mi arreglada para que esa imagen de ella fuera lo que recordara esa noche. Me dio un beso y me fui de esa casa mágica que ya no se me hizo tenebrosa. A consecuencia de esta experiencia maravillosa, no dormí durante dos noches, por un lado sentía lo hermoso que fue, pero por el otro lado me sentía muy arrepentida de lo que yo había hecho, me había torcido al fin, yo ya no era hombre, ahora era un homosexual y, ¿qué pensaría la gente cuando me viera que yo en realidad ya no era un heterosexual? Este pesar me duro algunas semanas, la soledad era mucha y trate de reivindicarme teniendo masajistas bio sexuales en mi cuarto, pero seguía faltándome algo, así es que a las 3 semanas ahí estaba yo de nuevo con ella, tuvimos sexo, era la primera vez que yo hacia un anal, la penetre, fue muy raro, algo que nunca había hecho, penetrar a un hombre, pero no, me sentir real era que yo sabia que estaba haciéndole el amor a esa muchacha tan linda, al final nunca la volví a verla, según esto se fue a Puebla o no sé a donde. Después tuve otro encuentro con otra travesti amiga de ella, pero aunque lo disfruté mucho, siempre sentía que no se comparaba con aquella hermosa travesti. De repente volvía a la realidad, mis pensamiento de mi vida se desvanecieron, ahí con 39º de temperatura, pensé que no la brincaba, estuve con oxigeno y todo eso que les ponen a los enfermos del COVID. Al estar sola en mi cuarto fui cayendo en cuenta que la fecha que había dispuesto para mi auto-regalo ya se acercaba y yo en cama y sin nada preparado aún. Pasaron dos días más y empecé a recuperarme, increíblemente en dos días más ya me sentía bastante bien, así es que decidí no posponer mi auto regalo, aunque la fecha ya estaba a la vuelta de la esquina. Le hable a la chica que le encargue mis aretes nuevos (me los entrego 3 días antes de la sesión de fotos). Decidí ponerme a trabajar en mi proyecto a como de lugar, el sitio ya estaba pactado, una casa nueva en la periferia de la ciudad, ropa que me regalo una amiga bio que supo lo mío por medio de la dueña de la casa, le marque al maquillista a principios de febrero, muy amablemente me dijo que sí me tenia pendiente y que era importante que nos conociéramos para hacerme una prueba de maquillaje. Todo esto ya había pasado una semana más por lo que yo ya me sentirme al 100% de salud. Estaba fascinada esa noche, pensando que todo iba a correr sobre ruedas. Y zazz, la que me iba a dar la ropa intima le dio COVID, ya no pudo ni asistir ni dármela, me puse muy pero muy nerviosa, hasta el sábado anterior al lunes 21, no había pedido permiso para faltar a mi trabajo, saque fuerzas y le dije a mi jefe que por unas cosas de seguimiento social tenía que faltar ese día, no hubo problema, me lo concedió. Llego el gran día, me fui para la locación, la dueña de la casa dormida, se empezó a atrasar, a las 9 me habla la
gris plata de mangas aglobadas arriba y de manga larga, llegaba hasta bajo las rodillas, luego sus toneladas de zapatos de tacón, siempre a escondidas trataba de probármelos, porque los de mi mamá me quedaban bien, pero no tenían la altura que me encantaba. Siempre idealizaba a mi hermana, me acostaba en su cuarto a ver como se maquillaba para irse a las fiestas. Era un espacio idílico disfrutaba mucho viéndola como salía muy contenta y linda, como años atrás veía a mi mamá, en cambio nunca se me ocurrió ver a mi papá vestirse o rasurarse, no me atraía en nada. Después de una noche donde me desperté en medio de un asqueroso y primer eyaculación, toda batida en mi trusa, el pene y mis vellos púbicos todos apestosos a semen. Recuerdo que me lave con mucho asco, pensé que ahí había acabado este mal pero al poco tiempo empezó la picazón de la masturbación, como buena adolescente. Le
perdí el asco y aprendí a eyacular sin hacer un batidero. Un día recuerdo que tuve la oportunidad de ponerme ese hermoso vestido gris-plata de mi hermana, sus zapatillas plata de 9 cm de tacón y una pintura de labios color rojo, me puse una peluca de mi mamá que tenía años que no usaba, una vez que terminé me fui al baño, pues tenía un espejo de cuerpo entero, quedé impresionada, parecía que estaba viendo a mi hermana, solo verme con la ropa de ella me invadió una sensación increíble y, sucedió, al rozar mi pene bajo el vestido con el lavabo, eyaculé impresionantemente, fue una explosión espontánea y, a partir de ese día ya me fue casi imposible contenerme, como hasta la fecha, el poder eyacular sin el aliciente femenino de aretes, ropa, o cualquier prenda. Me empezó a generar un placer pero a su vez un sentimiento de culpa al masturbarme vestida de mujer. Recuerdo que era tiempo de carnaval y por primera vez en mi vida vi a una banda de chavos punk, estrafalarios, maquillados y afeitados de la cabeza, completamente rebeldes a los cánones de nuestra pacifica ciudad de provincia. Me impacto tanto el que un hombre usara aretes, no daba crédito a la emoción que sentía, de alguna manera esa visión me impulsó más sentir ese destello de sensaciones tan maravillosas, al grado de llegara a tener algunas docenas de aretes, comprados y hechos por mi. Siendo adolescente (antes de tener mis docenas de aretes) a veces cuando salía de la escuela pasaba de visita a casa de una tía, ella tenia un tazón en su tocador lleno de accesorios, pero sobretodo aretes de clip. Para una adolescente que luchaba contra su genero eso era increíble, pensé que por fin el complemento a mi femineidad había llegado. Malamente y a hurtadillas me lleve unos pares, con tan mala suerte que al llegar a casa mi mama ya me esperaba fúrica, preguntándome donde tenia esos aretes. Creo que ha sido la experiencia de terror mas fuerte de mi vida al ser descubierta, primero como ladrona y después como “maricón". Esa palabra me perseguía de noche y de día, maricón, tu eres hombre, eso es de mujeres., al grado que me volví homofóbico, todo lo que estaba haciendo estaba mal, era impropio y ademas pecado, me decía a mi misma. A raíz de eso y de la mano de un tío medico me mandaron con un psiquiatra para revertir el homosexualismo que yo pudiera tener encima. No recuerdo sus palabras, era muy joven, pero sí la sentencia "eso no esta bien" o eres hombre o eres mujer, los dos no pueden ser, porque es una aberración muy mal vista. Durante años vivi con ese sentimiento de estar en pecado mortal. Lo que más me hacía sentirme mal, era ver a las mujeres vestirse hermosamente y no poder tener esa sensación tan hermosa de usar prendas femeninas, los peinados, los accesorios en fin era una tortura. Así es que regresé a mi escape a ese espacio nocturno mío, el baño, a disfrutar de esa parte prohibida de mi, el sentirme mujer. El tiempo siguió su curso, tuve novias, sostenía relaciones sexuales con ellas sin problema pero había algo que no me dejaba satisfecha plenamente, aclaro que toda mi vida me declare heterosexual, tuve una novia que me encantaba fisicamente y que usaba arracadas, tres de un lado y dos del otro, era mi máximo verla siempre arreglada aunque estuviera en ropa casual. Y en una tarde la convencí de que me perforara las orejas, ella estaba renuente pero al final acepto. Ese día escale en mi verdadera yo, ya podía usar algo que
distinguía a las mujeres, sus aretes. Compre dos pares de aretes iguales un par para ella y uno para mi, cuando estábamos a solas los usábamos era una complicidad increíble, yo no me sentía mujer ni nada pero el saber que usábamos los mismo aretes fue algo mágico para mi. Al paso de los años nos casamos, todo iba muy bien, tuvimos una hija, me encantaba mi rol de padre y en la intimidad mi parte femenina. Una de las señales equivocadas que mande fue que una vez que ella salió a comprar, aproveche para vestirme con un conjunto de edecán que tenia yo guardado mi trabajo, me vestí me puse mis mejores aretes y una peluca. Me maquille (bastante mal por cierto), cuando ella llega yo emocionadísima de mi transformación me le pongo enfrente y se aterro de verme así vestida, su reacción fue gritaba… no, no, no ¡quítate eso! Y yo tratando de convencerla que era un juego, no dejaba de gritar… Me desmaquillé, me cambie y me sentí perro apaleado porque mi esposa me rechazo y me pidió nunca más volver a hacerlo, acepte, eso me condenó a mi submundo prohibido nuevamente. Jamás me aceptaría nadie porque no estaba bien ser puto, en esa época la palabra travesti no existía en mi vocabulario. Seguía comprándole accesorios y ropa a mi esposa al ser ella tan conservadora nunca aceptaba todos los regalos que le hacían, los dejaba por ahí, así es que yo los tomaba y, obviamente los usaba con algo de culpa. Así pasaron los años, en un empleo en mi empleo me mandaban de viaje por periodos largos a Veracruz, ahí me hice muy amiga con la encargada del hotel donde yo pernoctaba. Hasta que pasados unos meses cae en mis manos un periódico que en los clasificados decía "Chica travesti " lista para ti, en ese entonces estaba de moda los lugares donde daban masajes con final feliz, pero este era un travesti el que te daba el masaje. Ya me había meto con muchas prostitutas, pero al final siempre sentía que me faltaba algo, así es que muerta de miedo y pavor al que dirán, concerté una cita con una de las chica travesti que se anunciaban en el periódico. Se anunciaba como una jovencita no mayor a sus 20 años, yo empezaba en los 30, la cita fue en una casa medio alejada de mi hotel, al llegar me recibe un tipo rudo, yo muy varonilmente le dije vengo a ver a Monica, me dijo paga y entra, en ese momento me sentí aterrorizada, en un lugar extraño con gente “rara”, pase sola había una cama y un pequeño tocador, la penumbra del cuarto solo la rompía la tenue luz roja de una lampara, con un miedo tremendo y fingiendo una seguridad que claramente no sentía, me senté en la cama y una voz dulce me dijo: desviste para que este más cómodo, no obedecí, me paré inmediatamente y me quedé hasta que apareció esta muchacha. Muy delgada y hermosa, tenía un vestido floreado suelto muy coqueto, corto pero la falda con vuelo, unos tacones muy altos que respingaba y resaltaba su porte, un cabello lacio negro muy lindo, sus aretes medianos, una muñeca de delicadeza. No
sabia que hacer, nunca había estado con una travesti, ella lo noto y me dijo, no te apures, yo tambien soy nueva en este oficio, apenas tengo un mes de hacerlo, así es que desvístete y acuéstate aquí conmigo, me recosté y ella empezó a masajearme la espalda y el cuerpo con aceite muy delicadamente, al llegar a mi pene ya erecto, lo tomó con mucha delicadeza y poco a poco dandole lamidas como toda una experta lo fue metiéndolo a la boca, mientras que yo solo alcanzaba a gemir y verla, no quería ni tocarla, era muy bella y frágil. Yo extasiado solo la contemplaba como subía y bajaba sus labios en mi pene, era mágico el momento, tratando de retenerla más cerca le agarre el cabello por las sienes y oh sorpresa, me quedo con la peluca en las manos. ¡TERRORRRRRR! Un HOMBRE me estaba mamando. Ella sintió mi terror, pero como experta, no se turbó por quedase sin la peluca y me siguió mamando. Algo que recuerdo de ella, fue la sensación de que estaba toda rasurada de su cuerpo, se sentía picores de pelo recién cortado por todo su cuerpo, pero su perfume embriagador me insitó a seguir acariciándole su cuerpo. Se canso y le dije que se acostara a mi lado, era una criatura frágil y sumamente femenina. Le pedí que no se pusiera la peluca y comenzamos a besarnos y ella accedió. En general las prostitutas no comulgan mucho, sin embargo su ternura me llevo a seguirla besando. Fui recorriendo lentamente su cuerpo bajando hacia donde mi mano había sentido algo flácido, ¡horror de nuevo! estaba masajeandole el pene a otro hombre, pero por alguna razón no podía dejar de hacerlo. Una cosa llevo a la otra y en cuestión de nada, yo ya tenia su pene en mi boca, su erección no era grande, así es que cuerpo completamente dentro de mi boca, dentro de mi me sentía mal, me remordía la conciencia, me asqueada, pero algo me impedía dejara e seguir mamando, se lo lamí y escuche como se estremecía y seguí durante un buen rato, solo podía mamar y mamar, se le puso durísimo, dejé de mamarlo cuando iba a eyacular, entonces ella muy apenada me dijo, discúlpame, jamas me habían tratado así, nunca nadie me había mamado y solo me han penetrado y tú no me cogiste pero me hiciste sentir diferente ella se acurruco junto a mi y me abrazo. Después de un rato, nos separamos y empecé a vestirme, nos limpiamos y nos despedimos, entonces me dijo, espérame un momento, se metió al cuatro contiguo, en la puerta de ese sitio tan inhóspito una dama me pedía tiempo, salió ya otra vez muy arreglada y vestida, quería despedirse de mi arreglada para que esa imagen de ella fuera lo que recordara esa noche. Me dio un beso y me fui de esa casa mágica que ya no se me hizo tenebrosa. A consecuencia de esta experiencia maravillosa, no dormí durante dos noches, por un lado sentía lo hermoso que fue, pero por el otro lado me sentía muy arrepentida de lo que yo había hecho, me había torcido al fin, yo ya no era hombre, ahora era un homosexual y, ¿qué pensaría la gente cuando me viera que yo en realidad ya no era un heterosexual? Este pesar me duro algunas semanas, la soledad era mucha y trate de reivindicarme teniendo masajistas bio sexuales en mi cuarto, pero seguía faltándome algo, así es que a las 3 semanas ahí estaba yo de nuevo con ella, tuvimos sexo, era la primera vez que yo hacia un anal, la penetre, fue muy raro, algo que nunca había hecho, penetrar a un hombre, pero no, me sentir real era que yo sabia que estaba haciéndole el amor a esa muchacha tan linda, al final nunca la volví a verla, según esto se fue a Puebla o no sé a donde. Después tuve otro encuentro con otra travesti amiga de ella, pero aunque lo disfruté mucho, siempre sentía que no se comparaba con aquella hermosa travesti. De repente volvía a la realidad, mis pensamiento de mi vida se desvanecieron, ahí con 39º de temperatura, pensé que no la brincaba, estuve con oxigeno y todo eso que les ponen a los enfermos del COVID. Al estar sola en mi cuarto fui cayendo en cuenta que la fecha que había dispuesto para mi auto-regalo ya se acercaba y yo en cama y sin nada preparado aún. Pasaron dos días más y empecé a recuperarme, increíblemente en dos días más ya me sentía bastante bien, así es que decidí no posponer mi auto regalo, aunque la fecha ya estaba a la vuelta de la esquina. Le hable a la chica que le encargue mis aretes nuevos (me los entrego 3 días antes de la sesión de fotos). Decidí ponerme a trabajar en mi proyecto a como de lugar, el sitio ya estaba pactado, una casa nueva en la periferia de la ciudad, ropa que me regalo una amiga bio que supo lo mío por medio de la dueña de la casa, le marque al maquillista a principios de febrero, muy amablemente me dijo que sí me tenia pendiente y que era importante que nos conociéramos para hacerme una prueba de maquillaje. Todo esto ya había pasado una semana más por lo que yo ya me sentirme al 100% de salud. Estaba fascinada esa noche, pensando que todo iba a correr sobre ruedas. Y zazz, la que me iba a dar la ropa intima le dio COVID, ya no pudo ni asistir ni dármela, me puse muy pero muy nerviosa, hasta el sábado anterior al lunes 21, no había pedido permiso para faltar a mi trabajo, saque fuerzas y le dije a mi jefe que por unas cosas de seguimiento social tenía que faltar ese día, no hubo problema, me lo concedió. Llego el gran día, me fui para la locación, la dueña de la casa dormida, se empezó a atrasar, a las 9 me habla la
fotógrafa ¿qué tan factible
era cambiar el día? Le rementé la madre y lo entendió, así es que fue, pero se
perdió y otro atraso, el maquillista llego con su asistenta y ahí empiezan los
desvaríos. Que va primero. ¿Las uñas postizas? ¿La lencería? ¿Vestirme ya?
Bueno, el caso es que la anfitriona me ofreció una batita fucsia muy rica y
fresca, me puse mi pantaleta de encaje que pedí que me compraron de favor,
empecé por ponerme las uñas. Entonces ahí estaba una travesti (travesti,
maquillista, asistente, anfitriona y fotógrafa) queriendo lo mejor pero
esperando lo peor. Nerviosa me sentía extraña, como no había espejo como en los
salones de belleza, no podía ver como iba quedando mi maquillaje. Era una
romería, todas en el cuarto hablando y
moviéndose para preparar todo y yo,
sentada, dispuesta a hacer lo que se tuviera que hacer para que todo saliera muy
bien. Tadeo el maquillista, es un precioso, nunca le había llegado un proyecto
así, el es homosexual y tiene 25 años, lo tenía emocionado de hacerme la
transformación y no dejaba de chulearme mis ojos. Me dijo que debo ponerme en el
papel de una Diva empoderada, de una perra traga-penes y escupirlos, y durante
todo el maquillaje siguió echándome porras y que iba a quedar hermosísima, en
resumen fue muy educado conmigo, me trato como a una verdadera dama. Al terminar
me pidió que me cambiara para empezar a vestirme, al pararme de la silla, sentí
que empecé a sentir mi desenvolvimiento, y me solté, sentí mi feminidad a todo
su potencia, solicité ayuda para ponerme mis tacones de ante negro de tiritas,
me puse una falda larga negra de apertura frontal que me dejaba muy marcados mis
glúteos, y con mi pantaleta de encaje se me veía realmente muy bien, me lo
dijeron dos chicas bio que envidiaban mi “trasero”, que ya quisieran ellas
tenerlos. Me puse mi blusa amarilla ocre, en eso se me acercó Tadeo se me acerco
y me dijo una dama rubia siempre usa dorado, entones me da una gargantilla que
el llevo para prestarme, me puso mis arracadas doradas gigantes y muy coqueto en
complicidad me dice: ahora la peluca, me coloco una “balayage” en rubio
degradado, muy hermosa. Entonces me dijo: ya esta lista Helena, ahora sí, a su
sesión de fotos… Me fui a la sala, mi feminidad estaba a flor de piel que al
caminar en mis tacones, pareciera toda mi vida he andado en ellos. Ahí estaba la
“black screen” de la fotógrafa. Me tomo unas fotos de pie, luego unas sentada,
en fin muchas poses, haciendo muchas poses. En todo el tiempo de las
fotografías, Tadeo, que se quedó toda la sesión, me ayudaba a secarme el sudor y
retocar el mi maquillaje, cambiarme la peluca, etc. divino Tadeo, le agradezco
mucho el apoyo que me dio. Al terminar, al fin pude ver las fotografías, al
verlas me sentía muy feliz de poder haber celebrado mis 50 primaveras y,
sentirme muy femenina. Tadeo al final me dijo: que triste es cuando se acaba la
magia ¿verdad? Y si, le contesté cuanta razón tienes. A desmaquillarme, cuando
la magia se esfuma queda el cascaron que llego, a guardar todo, empacar, y creer
en la buena voluntad de las presentes de que lo que hice no fue una perdida de
tiempo y recursos, sino que fue algo que necesitaba hacer y
que me llenara
completamente, cosa que ocurrió, a partir de ese momento decidí que mi feminidad
saldría más veces y no dejarla encerrada en un baúl de los recuerdos… Y brindo
contigo amiga por ayudarme en este mi espinoso andar en el travestismo. Gracias.
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